Mushishi

AÑO 1




Esta semana se nos colarán "bichitos" en el ordenador con...

Mushishi (Artland, 2005, 26 CAPS)
Tranquilos todos, no se nos ha escapado ningún virus ni vamos a traer a nadie con ébola a que nos dé una conferencia sobre si los mocos pueden producir más energía que las centrales nucleares. Hoy vamos a hablar de lo que comúnmente llamamos bichos.

¿A qué me refiero con bichos?

No hablo de cualquier insecto, reptil u organismo desconocido, me refiero a cosas que están a medio camino entre la vida y la muerte. No, no son precisamente fantasmas. En la historia de este anime, el mushi es una criatura que no está ni viva ni muerta, tiene una forma determinada (según el tipo de mushi que sea) e interactúa con el entorno, con los animales y con las personas. Pueden producir daños, perjuicios, pueden no hacer nada y pueden ser incluso beneficiosos.

Hasta aquí la definición según el anime. Buscando por internet lo único que me encontré fueron escarabajos, moscas, mariposas y demás género propenso a quedar aplastado para no molestar. Esto tiene una explicación bien sencilla, mucho más que la acabo de dar hace un momento. En la realidad japonesa, mushi significa insecto. Entiendo que los japoneses utilizaron este concepto para referirse también a esas criaturas fantásticas, pero en las búsquedas por internet no encontré dato alguno que lo confirmase, solamente bichos, manga y anime.
Pero, ¿qué pintan estos bichos en una serie de anime?


Explicarlo no es fácil. Ya lo intenté con mi compañero Jorge García y el concepto no lo definí lo suficientemente bien como para que lo entendiese perfectamente. Quizás ahora, por escrito, consiga dejarlo más claro. Imaginémonos a Japón varios siglos atrás, concretamente en la era Edo (entre el 1600 y el 1800 d.C., aproximadamente) en donde el aislamiento con respecto al resto del mundo era patente, tanto que los extranjeros que residían en Japón (mayoritariamente misioneros católicos) fueron expulsados y se dio orden de ejecutar a cualquier foráneo que pisase las tierras niponas. Además, a los japoneses que emigrasen se les prohibía la entrada. Me recuerda en parte al régimen norcoreano, aunque, con el tiempo, los japoneses aprendieron que la apertura siempre es buena.

En este ambiente claudicante, nos encontramos con una sociedad japonesa muy rural, metida en las montañas, en los campos y en las costas, luchando contra los fuertes fenómenos meteorológicos con los que son golpeados e intentando sobrevivir como buenamente pueden. Éste es un caldo de cultivo perfecto para que surjan las leyendas de los mushi, además de otras criaturas legendarias. Sucesos extraños, enfermedades desconocidas y secretos misteriosos aparecerán en escena, dejándonos sorprendidos con el profundo folclore japonés. De todas formas, muchos de nosotros seguro que tenemos ejemplos de leyendas regionales o locales con criaturas extrañas como, por ejemplo, la Santa Compaña que tenemos en Galicia.
Este mejunje mitológico se relata con suma delicadeza en la serie, tanto que el absoluto protagonista del anime son los mushi, dejando de lado al que teóricamente tendría que ser, Ginko. Este caballero cuya edad nos es desconocida, además de otros muchos detalles sobre su vida, es un mushishi, es decir, un maestro conocedor de los mushis que vaga por el país buscando y estudiando estas criaturas. Al igual que muy pocas personas, es capaz de verlos y de interactuar con ellos, aunque él tiene la ventaja de saber qué daños provocan y evitarlos en la medida de lo posible. A pesar de ser casi un completo desconocido para nosotros, le acabaremos cogiendo cariño por su forma de ser, su forma de hablar y cómo se expresa.

Ocasionalmente, tendremos algún capítulo que relata un período de su vida importante, pero no desvelará al completo el misterio que cae sobre sus hombros. Uno de los más importantes, a mí parecer, es esa forma de vestir. Si el resto de la población utiliza el kimono, Ginko utiliza ropas y calzado mucho más occidentales. He aquí uno de los detalles más misteriosos, porque nos da la sensación que estamos viendo sucesos actuales o, incluso, que el bueno de Ginko le robó la moto del tiempo a la chica de la Neutrex para resolver los problemas a la población con los mushi en un extraño desfase temporal.

Pero no todo va a ser enseñar cómo lavar más blanco... digo, cómo arreglar los problemas con los mushi, sino también cómo relatarlo. Llegamos pues, a uno de los detalles que caracterizan la serie. No hay acción, no hay prácticamente sangre ni escenas violentas, todo se lleva por el mismo camino. El relato se hace con el mismo ritmo pausado, seguro que para muchos lento, y con el mismo patrón: sucede algo, vemos las consecuencias, aparece Ginko y resuelve el problema (igual que el Equipo A). También he de añadir que todos los episodios son autoconclusivos, por lo que no perderemos el hilo de una hipotética historia más extensa. Sin embargo, no todo está perdido en este aparente mundo aburrido, la gran variedad de mushi y ese halo enigmático hacen que nos enganchemos a la serie para no soltarla jamás. Me recuerda en buena parte al estilo de las historias relatadas por un escritor gallego en el siglo pasado, Ánxel Fole (no es el súper detective), que narraba cuentos basados en leyendas malditas y criaturas fantásticas. Es ese regusto de no poder hacer (casi) nada ante el todopoderoso misterio lo que las convierte en historias parecidas.
Dejando ya el el camino del guión, nos zambullimos ahora en los apartados técnicos, como, por ejemplo, el dibujo. De trazos predominantemente suaves y con colores apagados, Artland nos mostrará el Japón de aquella época. Realmente muy sencillo y rural, con numerosos rincones oscuros por la falta de una buena iluminación como la que tenemos cualquiera de nosotros en nuestros hogares. Los personajes estarán bien diseñados, aunque algunos de los secundarios se parecerán mucho entre sí y probablemente los confundamos (a mí me pasó en numerosas ocasiones), pero hay que tener en cuenta que el que se repite constantemente es el bueno de Ginko. Los paisajes y fondos de escena también son sencillos, aunque por fortuna variados. La animación no es de lo mejor, mas tampoco hay escenas de acción, por lo que no se notará tanto, sí un poco cuando caminen, pero de manera casi imperceptible. En general, las sensaciones que deja al principio el dibujo son extrañas, pues no llama la atención. Pero, con el paso de los episodios, nos acabará gustando ese ambiente sosegado.

La música acompaña con la misma calma que lo hace la animación, ya que forman una ambientación tranquila, tal y como indiqué antes. Estará compuesta en su mayoría por temas instrumentales, con el único objetivo de acompañar a las escenas. No es una banda sonora ni un disco con canciones que podamos escuchar en un reproductor digital, no tienen esa finalidad. No obstante, cumplen con su función de forma excelente. Para ser simples, ambientan la realidad de la era Edo con resultados más que aceptables. Pero no solo de música irán acompañadas las escenas. Un increíble repertorio de sonidos ambientales se unirá a las secuencias, porque recordemos que en el pasado el ruido ambiental estaba conformado por las voces de los hombres, los sonidos de los animales y la naturaleza. En las viviendas, los aparejos, utensilios y el crepitar del fuego también tendrán su aparición. La visión rural se hace más presente cuantos más episodios veamos.

Además, tengo que indicar un punto curioso en este anime. Ya sucedió algo parecido en alguno de los que hemos analizado anteriormente, como Psycho-Pass o School Days. Me refiero a los ending, por supuesto. En Mushishi, cada uno de los 26 ending está creado de forma diferente y siempre teniendo en cuenta el paisaje del capítulo que se relató antes. La música también es diferente, pero no cambia el matiz instrumental y tranquilo de la misma. El único que parece romper el patrón de este esquema es el opening, solamente tocado con con una guitarra acústica, pero cantada en inglés. El autor de la canción, titulada The Sore Feet Song, es Ally Kerr, un cantante y compositor escocés que solo ha publicado tres únicos discos en su carrera. Si habéis llegado a pensar que este anglosajón es el autor de la banda sonora de Mushishi, estáis equivocados. Este honor pertenece al nipón Toshio Masuda, autor también de otras OST como Naruto (ya oigo a los fans corear su nombre), Mahoromatic (van parando los aplausos), Puni Puni Poemi (¡ejem!) o Excel Saga (...).
-¡Camarero! ¡Hay kanjis en mi sopa!-


LA NOTA:

Mushishi ha sido para mí una sorpresa de lo más agradable. Tras un inicio algo indiferente, fue convenciéndome con sus armas tranquilizantes: música instrumental pausada, escenas tranquilas y misteriosas y una historia global muy interesante, aunque ligera. Pesa sobre ella la poca explicación de los personajes, sobre todo del protagonista Ginko, pero eso añade un plus al misterio de la serie. He de añadir que en el pasado 2014 empezó la segunda temporada. Personalmente no he visto ningún capítulo, pero anhelo otra obra magna como la que analicé hoy. Mushishi se merece una nota máxima por los esfuerzos tan gratamente aplicados. Se lleva una merecidísima A.

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