Si habéis estado atentos os habréis dado cuenta de que en el minuto 16:40 hago mención a un tema que luego no se toca. Pues bien, con el fin de corregir este fallo técnico os dejo con el siguiente texto extraído del libro La Violación de Nanking de Iris Chang.
Algunos expertos japoneses creen que los horrores de la violación de Nanking y otras atrocidades de la guerra chino-japonesa pueden explicarse por un fenómeno llamado “transferencia de opresión”. Según Tanaka Yuki, autor de Hidden Horrors: Japanese War Crimes in World War II (Horrores ocultos: crímenes de guerra japoneses en la Segunda Guerra Mundial), el ejército japonés moderno tenía un gran potencial para la brutalidad desde el momento de su creación, y ello por dos razones: el trato arbitrario y cruel que los militares infligían a sus propios oficiales y soldados, y la naturaleza jerárquica de la sociedad japonesa, en la que el estatus venía dictado por la proximidad al emperador. Con anterioridad a la invasión de Nanking, el ejército nipón había sometido sus propios soldados a humillaciones sin fin. Los soldados japoneses eran obligados a lavar la ropa interior de los oficiales o soportar dócilmente que sus superiores los abofetear repetidamente hasta que la sangre les manaba a chorros. Echando mano de una terminología de tipo orwelliano, los oficiales llamaban “acto de amor” a las palizas rutinarias (bentatsu) que propinaban a sus soldados, y la violenta disciplina que la armada japonesa imponía mediante el tekken saisai, o “puño de hierro”, a menudo era referida como ai-no-muchi, o “látigo de lo amor”.
A menudo se dice que los que menos poder tienen son con frecuencia los más sádicos cuando se ven en posición de decidir sobre la vida y la muerte de aquellos que vienen a ocupar un lugar aún más bajo en la jerarquía. La rabia acumulada por el rígido orden jerárquico del ejército nipón fue de pronto liberada cuando soldados salieron al exterior. En tierras extranjeras o en territorios colonizados, los soldados japoneses –representantes del emperador- disfrutaban de un poder tremendo sobre la población. En China, hasta el último recluta japonés era considerado superior al nativo más poderoso y distinguido, y es fácil ver cómo años de rabia reprimida, odio y miedo a la autoridad pudieron haber estallado en forma de violencia incontrolada Nanking. El soldado japonés había sufrido en silencio cualquier cosa que sus superiores hubieran deseado imponerle, y ahora el chino tenía que soportar la arbitrariedad del soldado japonés.
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